“La ultraderecha ganó una batalla ideológica por el control del aparato mediático”

“La ultraderecha ganó una batalla ideológica por el control del aparato mediático”

En Siempre es Hoy, Manu Levin, director de Canal Red, analizó el avance de las derechas extremas en Europa y América Latina y planteó que ese crecimiento no se explicó solo por errores de los gobiernos progresistas, sino por una disputa cultural más profunda. Desde su experiencia en la comunicación política y tras haber sido parte del proceso de Podemos en España, Levin sostuvo que la ultraderecha logró presentarse como fuerza “antisistema”, aun defendiendo intereses profundamente conservadores y alineados con el poder económico.

En el mismo sentido, el periodista remarcó que en los últimos diez años se produjo una inversión simbólica preocupante: “Parece que la ultraderecha fuera la que viene a cambiarlo todo y las fuerzas populares las que defienden el statu quo”. Según explicó, ese corrimiento dejó a los progresismos en una posición defensiva, mientras la audacia, la rebeldía y la provocación quedaron del lado de la derecha. Para Levin, esa operación discursiva no fue casual, sino el resultado de una estrategia sostenida que reapropió consignas históricas de los movimientos populares y las vació de contenido emancipador.

Más adelante, el director de Canal Red vinculó este proceso con una victoria clave: el control del aparato mediático. “La ultraderecha ganó una batalla ideológica profunda, también por el control que tiene de todo el aparato mediático”, afirmó, y señaló que esa hegemonía se reflejó en el crecimiento electoral de fuerzas como Vox en España, especialmente entre los sectores más jóvenes. En ese marco, describió un escenario europeo atravesado por la militarización, el alineamiento automático con Estados Unidos e Israel y la ausencia de debates reales sobre las consecuencias sociales de esas decisiones.

Finalmente, Levin fue crítico con el gobierno de Pedro Sánchez y con los límites del progresismo moderado, al que responsabilizó por no resolver problemas estructurales como el acceso a la vivienda. “No se puede alquilar ni comprar una casa; hacen falta décadas de salario para acceder a un techo”, advirtió, y explicó que esa frustración social terminó alimentando a la derecha. A modo de cierre, planteó que la experiencia reciente dejó una lección incómoda pero necesaria: sin propuestas contundentes y sin disputar sentido común, la ultraderecha seguirá avanzando, por más que a Milei y a sus aliados internacionales les moleste que se lo diga en voz alta.

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