Unidad, proyecto colectivo y la renuncia a la vanidad política

Unidad, proyecto colectivo y la renuncia a la vanidad política

Cristina Kirchner vuelve a marcar el rumbo: unidad, proyecto colectivo y fin de las aventuras personales como claves para reconstruir una fuerza con vocación de mayoría.

Por Lorena Pokoik

En tiempos donde la política parece haberse transformado en un escenario de egos desbocados, la frase de Cristina Fernández de Kirchner resuena con la potencia de lo imprescindible. “Unidad. Proyecto colectivo. Sin aventuras personales” no es solo una consigna: es una advertencia, un llamado a la conciencia militante y una brújula para reconstruir una fuerza política que vuelva a enamorar al pueblo argentino.

Porque cuando Cristina habla de unidad, no está hablando de uniformidad ni obediencia ciega. Habla de un ejercicio maduro de responsabilidad histórica. La unidad como herramienta para defender derechos, como escudo frente al ajuste, como piso mínimo desde donde volver a pensar un futuro posible para las mayorías.

El proyecto colectivo, en esa misma línea, nos recuerda que ninguna transformación real nace de una voluntad individual aislada. Que las conquistas del movimiento nacional y popular no fueron obra de iluminados ni de tácticas de marketing, sino de la articulación virtuosa entre liderazgo, organización y pueblo. El peronismo no fue grande por sus nombres propios, sino por su capacidad de traducir demandas sociales en políticas concretas, y por su profunda vocación de justicia social.

Y quizás lo más desafiante de todo: “sin aventuras personales”. Cristina nos habla, aquí, de la necesidad de desalojar la lógica del “yo” para volver al “nosotros”. Porque las aventuras personales, cuando se imponen por sobre el interés colectivo, no solo fracturan, sino que banalizan la política, la reducen a una disputa narcisista sin horizonte. No hay épica posible cuando lo que se persigue es apenas un lugar en la foto. No hay conducción legítima sin generosidad estratégica.

Hoy, frente a un gobierno que avanza sin freno sobre derechos, instituciones y soberanía, este mensaje cobra un sentido vital. La única manera de frenar el ajuste brutal, la entrega y la demolición del Estado, es construir una alternativa desde abajo, con un programa claro, con liderazgos generosos y con una militancia organizada que sepa que su tarea es colectiva, o no será.

La frase de Cristina no es una consigna de ocasión. Es un testamento político. Es una definición ética. Y es, también, una provocación a quienes pretenden utilizar el legado del peronismo para alimentar pequeñas candidaturas sin proyecto.

Es hora de escucharla. Es hora de reconstruir la fuerza. No por nostalgia. Por necesidad. Porque sin unidad, sin proyecto colectivo, y con aventuras personales al mando, no hay patria posible.

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