Vení de este lado, el pueblo te defiende
- ALERTA!Columnas
- 13 de junio de 2024
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Por Pablo Hacker
Las derechas recobran fuerza en todo el mundo y, en Argentina, reina un Estado de Malestar que promueve el odio, la represión y el ajuste.
Hace semanas, nuestros temas de conversación con Julio en la puerta de la radio giran en torno a la sensación que predomina en nosotros: angustia. Desde el 10 de diciembre estamos en modo supervivencia, perplejos casi siempre, un poco más lúcidos las menos de las veces. Nos refugiamos hablando de nuestra obsesión por Habitación Macbeth, de los vaivenes de San Lorenzo, de los hijos, en mi caso, de los nietos, en el suyo, que crecen en medio de esta infamia. De vivir a las corridas para poder empatar el mes, en el mejor de los casos. De la necesidad de escribir, de decir, de hacer cosas, estudiar, discutir (nos) para contrarrestar tanto horror.
Estamos en algo así como un constante estado de alerta, que pendula entre el enojo y la incredulidad. Entre las ganas de mandarlo todo a la mierda y la convicción de que hay que luchar con más fuerza que nunca.
Ayer, ese estado de angustia se volvió enojo. Es más que eso. Estamos furiosos. Dicen que el que se enoja, pierde. ¿Qué pasa con el que se resigna? Los psicoanalistas van a repetir que esa bronca es otra etapa de la tristeza, algo así como pasar a la acción esa opresión en el pecho, ese nudo en la garganta. No lo sé. Yo pongo en loop “No la ven” de Willy Bronca y siento que lo dice todo. “Nos están cagando desde el primer mes, en un parpadeo meten otra ley, de repente el presidente se hace rey, pero no la ven. Veo jubilados cagados de hambre, mientras los raperos juegan a la play”. O damos like a un polaco que trepa un edificio en Puerto Madero mientras se negocia lo innombrable. Nuestros cerebros se queman en este capitalismo de plataformas mientras al “superávit” se llega con el hambre y la enfermedad de nuestros viejos y el futuro hipotecado de los pibes.
Mientras cruzo la Plaza Congreso voy mirando en el celular al presidente brotado -otra vez- en una entrevista con un medio extranjero, celebrando el ajuste más brutal del que se tenga memoria, ensalzando una teoría económica marginal que no se aplica en ningún país del mundo. Por falaz. En Balvanera, hay cada vez más personas durmiendo en la calle o rogando unos pesos en la puerta de un local para comprar comida. Los amigos multiplican trabajos mientras sus ingresos se dividen. Un discurso de odio al otro -cualquier otro que no sea moral y estéticamente superior- que baja sin mediaciones y se hace pelea en un semáforo o en el chat de un stream. “Kuka, chorro, zurdo, planero, ñoqui“. Fin.
Veo a profesionales de la política negociar embajadas y sillas en directorios para avalar con su voto la entrega de soberanía y el ajuste más brutal del siglo. Escucho en algunos miedos de incomunicación al llegar a casa justificaciones al accionar represivo y desaforado de las fuerzas de seguridad. Me pregunto: ¿Qué hace la Prefectura Nacional intimidando a vecinos que cacerolean en las esquinas? ¿Por qué la Policía gasea a diputados nacionales que les hablan con calma y respeto? El meme del día decía “sabés que adentro están votando una ley en contra del pueblo cuando la calle se ve está militarizada”. La foto que acompaña muestra el Congreso entre la bruma. Quien escribió el guión sabía que la escenografía de esta película de terror pedía a gritos esa niebla que todo lo opacó ayer, ¿no? Y, por delante, un batallón cumpliendo a rajatablas el protocolo de la ministra Bullrich.
Adentro se aprobaron la Ley Bases en general, y por capítulos, el RIGI, las facultades delegadas al presidente, la reforma laboral y la privatización de empresas. El nuevo Estatuto Legal del Coloniaje. Todo eso sucedió durante el día y la madrugada, al mismo tiempo que se reprimía en las calles cualquier intento de protesta. Insisto con estas dos palabras: legítima protesta.
Ayer, la mitad más una del Senado terminó un largo y doloroso divorcio de un sector de la clase política con la calle. Gas pimienta a los ojos. ¿Habrán estado a punto de vencerse en un galpón? La senadora Crexell cambia su voto por una embajada. El senador Kueider negocia tres sillas en un directorio a cambio de rifar el país a 30 años. La presidenta del Senado, hija de un militar orgulloso de la dictadura y defensora de Videla, le dice a Wado de Pedro que mejor “no entrar en su historia personal”. La historia de Wado es una herida abierta: su padre, Quique de Pedro, fue asesinado en abril de 1977 por un grupo de tareas. Él tenía 5 meses. A sus dos años, miembros del Batallón 601 irrumpieron en una casa de Floresta. “Me salvé porque mi mamá (Lucila Révora) me coloca en la bañera y se pone con su cuerpo encima mientras se produce un tiroteo”, cuenta Wado. “Usted no me puede reprimir la palabra“, le dijo a Victoria Villarruel en la sesión de ayer. “Senador no me haga entrar en su historia personal”, ataca la vicepresidenta con una crueldad inusitada. Eso que pasaba adentro era lo mismo que sucedía afuera. Distintos escenarios, mismo autoritarismo.
Después (dicen) el pueblo exagera cuando se canta que Macri o Milei son basura y son la dictadura. Hace falta leer sus planes económicos para entender por qué se canta eso. Alcanza con escuchar a Villarruel.
Nos insultan mientras entierran alimentos por vencerse en el CEAMSE para esconder una acción criminal. Se pudre la comida en galpones mientras ocho de cada diez chicos comen mal hoy en la Argentina. Pero hay que hacer un esfuerzo más. ¿Cuánto esfuerzo más se le puede pedir al Pueblo? Ahí va el motonauta Scioli dejando una estela de traición a su paso. Tristes hombres grises, grabados para siempre en un capítulo vergonzoso de la historia. ¿Y de la vereda de enfrente? Se invierte la ecuación: no hay una sola virtud, ni un atisbo de empatía. Ni una pizca de Patria. Entreguismo del más rancio, ni un poco de amor propio. No pidamos amor al prójimo, es demasiado para ellos. Las excepciones de un lado son la regla del otro.
Imágenes hay cientas, tal vez valgan por millones de palabras. Un auto prendido -oportunamente- fuego por los infiltrados de siempre. Policías entrando a la pizzería La Americana de Callao y Mitre para pegarle a la gente. Un jubilado que cae al piso mientras avanzan los “tortugas” por Entre Ríos. Un efectivo en moto que derrumba de un palazo a un hombre que camina tranquilo por Rodríguez Peña. El diputado Carlos Castagnetto hospitalizado como tantos más por ejercer el derecho legítimo a la protesta. Un efectivo que me arrastra media cuadra por cantar que la patria no se vende mientras nos gasea a mansalva.
“Estas llorando y me doy cuenta, boludo, se te caen las lágrimas, no seas así. Estás a tiempo, sacátelo. Sacáte el casco. Vení de este lado porque acá nunca te vamos a empujar como te están haciendo para que vos des la jeta, para que a vos te peguen. No, nosotros, el pueblo, nunca hace eso. El pueblo te respalda, loco. El pueblo te defiende y estás llorando. Y me doy cuenta, se te caen las lágrimas. No seas así. Acá puede estar tu hijo, tus nietos, tu mamá”. Eso le dice una manifestante a un policía, que efectivamente llora hasta que los propios lo sacan de la primera fila del pelotón, a los empujones. Por mostrar humanidad. Porque en esa imagen se entiende todo lo que está pasando en esta Argentina angustiante.
Nos están usando como ratas de laboratorio para el peor experimento de las derechas que recobran fuerza en todo el mundo. Ensayo general para la farsa actual, teatro antidisturbios.
“La Oficina del Presidente felicita a las Fuerzas de Seguridad por su excelente accionar reprimiendo a los grupos terroristas que con palos, piedras e incluso granadas, intentaron perpetrar un golpe de Estado, atentando contra el normal funcionamiento del Congreso de la Nación Argentina”, comunicó el Gobierno desde sus redes.
¿Es locura? Para Freud, en la psicosis, lo que sustituye la realidad perdida es el delirio. ¿Está delirando el presidente o nos están delirando a todos?
Si caemos en el “facilismo” de la locura, descuidamos lo que subyace detrás. Más peligroso por ser más profundo, más perdurable que un loco suelto. La consolidación de un Estado de Malestar. Un Estado que promueve el odio, la represión y la entrega total de nuestros recursos, apalancando el ajuste sobre todos los trabajadores, piensen lo que piensen. Voten lo que voten. ¿Cuándo entenderemos que ahí, los laburantes, estamos todos del mismo lado? Mientras nos quieren arrebatar todo y confundir con mentiras, hay un amor que grita por volver al centro de la escena. Lo expresa mejor que nadie esa manifestante que le habla a un policía: “Vení de este lado, el Pueblo te defiende“.