Las mujeres en el 17 de octubre de 1945
- Caballero de Día
- 17 de octubre de 2025
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En su habitual columna en Caballero de Día, la periodista Cynthia Ottaviano, destacó a las mujeres que protagonizaron el 17 de octubre de 1945.
“Traer a las mujeres que estuvieron ese 17 de octubre, porque a mí me pasó y posiblemente le haya pasado a muchas mujeres cuando hemos visto fotos o algún material, que nos faltaban esas mujeres”, señaló Ottaviano.
En este sentido, destacó a María Bernabitti de Roldán, trabajadora de la carne que había entrado en el frigorífico de Berisso muy poquito antes del 17 de octubre. Había 1500 mujeres trabajando ahí. Ella se vino con Cipriano Reyes, con Vicente Roldán, que era su compañero desde Berisso, ese kilómetro cero hasta la Plaza de Mayo. Y consideraban la conducción en ese momento con Perón preso, de Eva Perón y de Domingo Mercante”.
A su vez, resaltó el libro “Mi hermana Evita”, de Herminda Duarte, la hermana de Eva Perón y puntualmente, el pasaje de las páginas 84 y 85 de este libro, que contiene el relato de Evita sobre lo que fue la jornada del 17 de octubre.
“Desde que Perón se fue, hasta que el pueblo lo reconquistó para él y para mí, mis días fueron jornadas de dolor y de fiebre. Me largué a la calle buscando a los amigos que podían hacer todavía alguna cosa por él. Fue así, de puerta en puerta, en ese penoso e incesante caminar, sentía arder en mi corazón la llama de su incendio que me quemaba mi absoluta pequeñez», relató Evita.
Y continuó: «durante casi 8 días lo tuvieron a Perón entre sus manos. Yo no estuve en la cárcel con él, pero aquellos 8 días me duelen todavía y más, mucho más que si los hubiese podido pasar en su compañía compartiendo su angustia. La cobardía de los hombres que pudieron hacer algo y no lo hicieron, me dolió más que los bárbaros puñetazos que me dieron cuando un grupo de cobardes me denunció gritando ‘Esa es Evita’. Estos golpes, en cambio, me hicieron bien. Por cada golpe me parecía morir y sin embargo, a cada golpe me sentía nacer. Algo rudo, pero al mismo tiempo inefable, fue aquel bautismo de dolor que me purificó de toda duda y de toda cobardía».