Elecciones en Venezuela

Elecciones en Venezuela

Por Mariano Fraschini* | Docente e investigador del Área Estado y Políticas Públicas

¿Quién ganó la elección presidencial en Venezuela? ¿Hubo fraude? ¿Qué ocurrió con los datos del Consejo Nacional Electoral (CNE)? ¿Hubo hackeo a los resultados? ¿Las actas opositoras reflejan el verdadero resultado? ¿El gobierno está reprimiendo a opositores indefensos? ¿La oposición salió a la calle pacíficamente? ¿Sería importante esta elección si Venezuela no fuese la primera reserva mundial del petróleo y uno de sus mayores productores? ¿Por qué se discute la parcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) cuando se trata de un poder independiente del cual participa la oposición?

Estas, entre otras, son las preguntas que más se formulan por estos días. Para intentar responder algunos de esos interrogantes debemos irnos un poco más atrás en la historia. Esta elección se enmarca en una cadena secuencial que es necesario conocer para poder comprender las particularidades de la política venezolana.

Ayer nomás…

El 2 de febrero de 1999 Hugo Chávez juraba ante “esta moribunda constitución” hacer los cambios necesarios para sacar a Venezuela de su crisis política, económica y social. Más de la mitad de la población en la pobreza, un cuarto en la indigencia, una tensión política derivada de la salida anticipada del histórico dirigente de Acción Democrática (AD) Carlos Andrés Pérez y una economía en recesión eran datos elocuentes de la crisis en la que se encontraba Venezuela. El resquebrajamiento del Pacto del Punto, ideado y sostenido durante décadas por los dos partidos tradicionales, el mencionado AD y COPEI, daba lugar a una nueva etapa histórica en la que las fuerzas conducidas por el flamante presidente Chávez, el chavismo, se enfrentará durante más de dos décadas a una oposición que tiene desde su origen el antichavismo como su principal bandera.

El antagonismo chavismo vs antichavismo vertebró la historia política del país durante los últimos 25 años. Hasta la muerte de Chávez este clivaje tuvo como momentos estelares las cuatro elecciones realizadas entre 1999 y 2000 que parieron la actual Constitución bolivariana, un golpe de estado fallido llevado adelante por la oposición en abril de 2002, un lock out patronal sobre la principal empresa de petróleo del país (PDVSA) durante el verano de 2003, un referendo revocatorio ganado por el líder de la Revolución Bolivariana en agosto de 2004 (a la fecha aún no reconocida por la oposición), una deslegitimación sin presentar candidatos opositores en 2005, la reelección de Chávez por el 62% en diciembre de 2006, la primera derrota electoral del chavismo en el referendo de finales del 2007 y triunfos en cadena del oficialismo en las regionales de 2008, referendo reeleccionista (por la cual hay reelección indefinida en el país), parlamentarias de 2010 y la última reelección del líder venezolano en octubre de 2012. La muerte de Chávez acaecida en marzo de 2013, lejos de disminuir los decibeles del antagonismo lo multiplicó al compás de una estrategia opositora afincada en la salida anticipada (y por los medios que sean necesarios para que ello se materialice) del nuevo presidente electo en abril de 2013, el designado por Chávez y nuevo líder del chavismo, Nicolás Maduro.

El actual primer mandatario asumió el gobierno en un contexto económico y político muy complejo. El desabastecimiento económico generado por las principales empresas nucleadas en torno a la principal organización FEDECAMARAS, que se tradujo en un fulminante aumento de precios que horadó desde el inicio el gobierno del sucesor de Chávez, sumado a un clima poselectoral de no reconocimiento de la victoria de Maduro formaron un cóctel explosivo que puso en jaque la naciente administración. A pesar de la victoria electoral en las regionales de diciembre de 2013, tampoco reconocidas por la oposición a pesar de que sus candidatos se alzaron en muchas de ellas, dio lugar al plan conducido por el líder de Voluntad Popular Leopoldo López denominado “la Salida”, que implicaba la renuncia de Maduro a la presidencia. Desde principios de 2014 los actos vandálicos llevados adelante por la oposición en lo que se conoce como “guarimbas”, es decir, piquetes distribuidos geográficamente para alterar el orden público, dio lugar a un enfrentamiento en las calles que se tradujo en más de 50 muertos (tanto oficialistas, como opositores) y en el encarcelamiento del principal líder de la protesta.

Un año más tarde de que el gobierno lograra controlar “la calle”, y en un contexto de penurias económicas se realizaron las elecciones legislativas de 2015 que dieron lugar al triunfo de la oposición, el segundo desde 1999, que se alzó con una compacta mayoría parlamentaria. Lejos de calmar las aguas institucionales, el enfrentamiento entre ambos espacios políticos recrudeció dando lugar a los siguientes dos años en los que la violencia se instaló en el país como un puñal. Esos años 2016 y 2017 fueron testigos de guarimbas violentas, de represión estatal, de nuevos intentos de salida anticipada del presidente (tentativa de revocatoria de mandato del ejecutivo y presión en la calle para acelerar el plazo de salida) que, paradójicamente, desgastó a la oposición y fortaleció al oficialismo. Durante esos años la sociedad venezolana asistió a una atmosfera política enrarecida en un contexto económico de fuerte deterioro de todas las variables, en especial la inflación, y dio lugar a una importante migración hacia los países vecinos por parte de ciudadanos que no sólo despreciaban al gobierno chavista, sino que también acusaban a la oposición por llevar adelante métodos políticos que perjudicaba su vida cotidiana[i].

La contraofensiva política del chavismo consistió en convocar a una Asamblea Constituyente en julio de 2017 para poner fin al conflicto institucional entre el presidente y la mayoría legislativa opositora que resultó favorable al oficialismo, ya que logró movilizar más de 8 millones de votantes que demandaban un final de la violencia política antichavista, y le volvió a dar una nueva chance a un gobierno que hasta ese momento no había exhibido resultados positivos en materia socio-económica. Envalentonado por el resultado, el gobierno aceleró las elecciones que no se habían podido realizar en este contexto de violencia (en donde el chavismo, lógicamente, llevaba todas las de perder) y encadenó una seguidilla de triunfos electorales en la votación de gobernadores de octubre de ese año, en la de alcaldes de diciembre y en la presidencial de mayo de 2018 que dio lugar a la reelección del propio Nicolás Maduro. La oposición, castigada en las urnas, se fue dividiendo en distintos espacios y algunos de sus principales dirigentes fueron inhabilitados electoralmente o puestos en prisión por hechos de corrupción o de desestabilización comprobados, pero no siempre con abundancia efectiva de pruebas.

Sin embargo, y a pesar de la tranquilidad que generó en el chavismo esta seguidilla de triunfos electorales, en enero de 2019 y a días de la asunción de Maduro, el presidente de la Asamblea Nacional, el opositor Juan Guaidó su autoproclamó como presidente de Venezuela en una plaza pública desconociendo la elección ganada por el oficialismo el año anterior, y forzando la constitución en beneficio de su designación. A pesar de las serias irregularidades constitucionales, EEUU y la mayoría de los países europeos y latinoamericanos acompañaron la posición norteamericana. Inclusive, los países de la región conformaron el autodenominado “Grupo Lima” que tuvo como principal propósito deslegitimar al reciente gobierno venezolano.

En ese marco, el gobierno de Maduro desconoció la autodesignación de Guaidó y profundizó sus alianzas geopolíticas con China, Rusia, India e Irán. La acusación de severas violaciones a los derechos humanos en el país, tras la presentación del “Informe Bachelet”, continuó impactando de lleno en la crisis política desatada a inicios de 2019 y signó los años siguientes en los que una vez más, el clivaje chavismo- antichavismo se desplegó intensamente. En un contexto de carencias económicas, inflación exorbitante (llegó a ubicarse en el 9.585% anual entre 2018 y 2019), una migración que aumentaba al calor de la situación crítica, un bloqueo permanente sobre la economía doméstica y los activos venezolanos en el exterior (la expropiación de la empresa Citgo, filial de PDVSA en EEUU y el oro en Gran Bretaña) atizó aún más el fuego de la disputa política.

Las elecciones de diputados para la AN en 2020 (que reemplazaba a la de 2015 y que resultaba vital para culminar con la “presidencia paralela” de Guaidó) y la de gobernadores del año siguiente exhibieron la nueva cartografía política venezolana: triunfos del chavismo con unos guarismos cada vez más bajos a los habituales e históricos, altos niveles de abstención y una oposición dividida carente de potencia electoral para competir con el oficialismo[ii].

Este es el contexto, resumido pero necesario, para comprender la dinámica política venezolana previa a la elección del domingo 28 de julio. El enfrentamiento político, económico, electoral, cultural, internacional y geopolítico del chavismo con el antichavismo es lo que vertebra yexplica las lógicas de disputa que acontecen en el país, y que no refieren sólo a los últimos meses, sino que estuvieron presentes, con mayor o menor intensidad, durante los últimos 25 años.

Contexto económico y político de la elección del 28J, los meses previos

Desde que el gobierno anunció que las elecciones se realizarían el domingo 28 de julio (día del natalicio de Hugo Chávez) la oposición intentó instalar un manto de dudas sobre el resultado de las urnas. La tentativa de proclamar a María Corina Machado como candidata, inhabilitada judicialmente por 15 años desde el 2015 por hechos de corrupción, tiñó de suspicacias a la dinámica electoral. Su lugar como candidata fue ocupado por el dirigente Edmundo González Urrutia, un hombre ligado a la diplomacia, de polémica actuación en El Salvador durante los ochenta, pero que carecía de experiencia política partidaria. Del lado del chavismo, a pesar de que se especuló con una candidatura alternativa, más por táctica electoral que por voluntad política, Nicolás Maduro finalmente se impuso como candidato único.

Como dijimos más arriba, de las 31 elecciones realizadas en el país, el chavismo se impuso en 29 de ellas. La posibilidad de un resultado favorable al oficialismo era más verosímil que un triunfo opositor. Sin embargo, desde el comienzo de la campaña electoral se fue instalando, sobre todo a partir de la difusión que les daban a supuestas encuestas reproducidas acríticamente por los principales medios occidentales, una victoria categórica opositora. Quien haya alguna vez estudiado las dinámicas político electorales venezolanas sabrá que es imposible predecir un resultado electoral en el país, producto de las particularidades que tiene Venezuela en relación al comportamiento electoral de los distintos barrios y estados, en los que la estrategia de ponderación puede llevar al ridículo a cualquier encuestadora. Sin embargo, se insistió con la idea de que la oposición partía con una supuesta ventaja de 20% para ir creando un clima de victoria que, como se verá más tarde, ofició como la excusa que explicaba el retraso de la trasmisión de datos de la votación del 28 de julio.

El contexto económico en el que se realizaron las elecciones no podía ser más propicio para el oficialismo. En cuanto a la inflación, un problema endémico del país durante la última década, experimentó una baja extraordinaria en los últimos años. En febrero de este año, según la fuente que se revise, el aumento de precios osciló entre el 50% y 60% anual. En el mismo periodo la pobreza, que en los años 2017 y 2018 se encontraba en el 75,2%, se ubicó en el 51,9%, según el último dato de este año y con una tendencia a la baja. Desde 2021 el PBI exhibe datos positivos registrándose en la actualidad un crecimiento del 2,5%, al cierre de junio de 2024[iii]. Por último, la variación de la tasa de cambio en el primer semestre de 2024 con respecto al cierre del año 2023, fue de tan sólo de 2%, reflejando una estabilidad cambiaria impensable unos años atrás. La llegada de inversiones extranjeras durante los últimos años es otro de los datos que evidencia que la economía venezolana ha dado un salto en materia de crecimiento económico sostenido[iv]. En línea con estos datos económicos, el país ha experimentado un conjunto de auspiciosos registros en relación a la inseguridad, otro de los elementos que ayuda a entender el apoyo al oficialismo en esta materia que durante décadas (inclusive desde antes del chavismo) fue una de las principales preocupaciones de los venezolanos[v].

En síntesis, los datos exhibidos reflejan dos cuestiones que son necesarias destacar para comprender en toda su dimensión los cambios operados en los últimos años: a) la apertura del gobierno a las grandes inversiones extranjeras, que cuentan con una legislación privilegiada que asegura su apuesta económica en el país, representa un giro copernicano de lo que hace años atrás era la narrativa antimperialista del chavismo, al menos en el terreno económico y b) a pesar de que la situación socioeconómica no ha logrado volver al status de los años 2012-2013, ha representado una mejora sensible en la calidad de vida de la sociedad venezolana, pero se encuentra aún lejos de superar diversas situaciones de escasez complejas. En este escenario de una tímida mejora económico- social se realizaron las elecciones de hace dos domingos.

La gran cita del 28J

A pesar de los pronósticos en contrario, las elecciones del domingo 28 de julio se realizaron en un clima de mucha tranquilidad social. Más allá de que existieron situaciones clásicas de tensión al momento de la apertura de mesas, hecho muy común en las votaciones venezolanas, se fueron disipando a medida que avanzaba la jornada electoral.

Una vez culminada la votación, se esperaba atentamente el resultado final. El Consejo Nacional Electoral anunció en su primer boletín el triunfo de Nicolás Maduro con el 51,2% frente al 44,2% del principal candidato opositor González Urrutia generando un terremoto político con acusaciones de fraude por parte del antichavismo local y regional. Al día siguiente el CNE proclamó la reelección de Nicolás Maduro dando lugar a mayores controversias e impugnaciones mediáticas. El segundo boletín dado el viernes pasado aumentaba la ventaja del presidente de 52,1% a 43,9% en un contexto de objeciones a la elección y de reconocimiento del triunfo de Maduro, a escala nacional e internacional. La importancia estratégica de Venezuela en este TEG geopolítico es insoslayable, y es desde ese prisma analítico que debe comprenderse la relevancia de la elección del domingo 28.

Antes de continuar con el análisis de la post elección se torna imprescindible a esta altura volver a contextualizar la dinámica del voto en el país, para dar una imagen completa de lo sucedido en la elección. Es decir, comprender cómo funciona el sistema electoral en Venezuela y, en concreto, de qué forma se realiza el conteo, resulta ser vital para entender lo sucedido en los días posteriores a la votación presidencial.

Por empezar el voto en Venezuela es electrónico, automatizado y cuenta con un respaldo papel, que luego es auditado en más del 50% de las maquinas electorales. Desde allí que el resultado final se verifica a partir de lo que indiquen las máquinas y no las actas de votación. Una vez finalizado el escrutinio todos los partidos acceden a las mismas, ya que se trata de un documento con el cual las agrupaciones políticas pueden denunciar judicialmente la existencia de irregularidades. Por lo tanto, para decirlo más técnicamente, el software de los procesos de votación, escrutinio y centralización de resultados se auditan y certifican con participación de los partidos políticos y observadores. Lo que anuncia el CNE, como dijimos el quinto poder del Estado y del cual participa la oposición, resulta decisivo para darle validez al resultado[vi]. El mismo domingo de la elección, el CNE denunció un hackeo masivo al sistema de votación y a su página web que tuvo como principal objetivo hacer mucho más lento de lo normal la totalización de los resultados, que recién el viernes pasado, como dijimos, se dieron con el 96% de transmisión. Esto le permitió dar el resultado general, pero no el desagregado por estados y alcaldías

Esta demora del Consejo a la hora de ofrecer este desglosado de los datos difundidos en sus dos boletines es lo que genera las mayores dudas y suspicacias en la comunidad internacional, y son una ventana “floja de papeles” que la oposición (y sus aliados internacionales) aprovecha para denunciar fraude. Recordemos que la oposición ya realizó no menos de ocho denuncias de fraude en distintas elecciones desde 1999, sobre todo en presidenciales y referendos[vii], y no en las legislativas y regionales en donde obtiene representación. Este hecho pone un manto de sospecha sobre la veracidad de las denuncias de irregularidades formuladas por la oposición teniendo en cuenta que en el pasado estas no tuvieron una traducción institucional directa en los tribunales judiciales correspondientes. A excepción de 2013 en donde la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) con el candidato Capriles a la cabeza presentó evidencias de un posible fraude en el Tribunal Superior de Justicia, en el resto de los casos se trató de denuncias mediáticas. En aquella ocasión se auditó el 100% de las maquinas sin que el resultado final se haya modificado.

Recordemos que, por ley, el CNE tiene 30 días para exhibir en forma desglosada los resultados definitivos, para luego poder auditar, junto a los partidos, la mitad de esas actas como suele suceder en todas las votaciones. Esta lentitud en la provisión de datos fue aprovechada por la oposición para insistir con el fraude y certificarlo a partir de la generación de una página web (sospechosamente creada antes de la elección) donde se cargan las supuestas actas de la elección. A pesar de no contar con la totalidad de las mismas, y de que en su mayoría no cuentan con la firma de los testigos de los partidos políticos, ha creado una narrativa convincente para importantes actores internacionales, que han legitimado estos datos de dudoso valor institucional si no son presentados en los órganos judiciales del país.

En ese marco, Maduro se presentó ante la Sala Electoral del Tribunal Superior de Justicia con el propósito de interponer un recurso contencioso electoral, con la finalidad de presentar todas las pruebas necesarias para, por un lado, investigar el hackeo al CNE y sus consecuencias, y por el otro, proveer del 100% de las actas que el PSUV, el partido de gobierno, posee en sus manos. A excepción del candidato González Urrutia, el resto de los ocho opositores participantes de la elección rubricaron con su firma la necesidad de darle un canal institucional a la post elección venezolana. La rápida respuesta del CNE al requerimiento de la justicia proveyendo de las actas de escrutinio, de totalización definitiva, de adjudicación y de proclamación, sumado a las pruebas del ataque cibernético, parecen transitar un camino hacia la oficialización desagregada de los resultados definitivos. Más allá de las evidentes simpatías de buena parte del poder judicial con el gobierno, los datos electorales provisto por el sistema automatizado de votación y sus diferentes auditorias, como hemos señalado, sumado a una posible participación de los países de la región que han dado el visto bueno a la canalización institucional de la disputa electoral, otorgan garantías suficientes para la validación de los datos.

La post elección. Lo que viene, lo que viene

Ahora, ¿resulta poco creíble que el gobierno pudo imponerse en estas elecciones? ¿Con qué seguridad la oposición afirma que ganó con una diferencia de votos superior al 30%? Si el chavismo se impuso en 29 de las 31 elecciones realizadas hasta el momento. ¿Por qué se afirma tan sueltamente que el chavismo realizó un fraude monumental?

Como dijimos más arriba, tanto el gobierno como la oposición indicaban, con anterioridad a la elección, que los sondeos le daban ganadores. En el caso del chavismo porque la periodicidad de sus encuestas y la movilización de sus bases durante la campaña electoral (muy superiores en número frente al antichavismo) verificaban en la calle la seguridad del triunfo. La oposición confiaba en su victoria porque, según sus sondeos, la mayoría de la población se identificaba como crítica del gobierno, e hicieron circular durante semanas diversas encuestas que le daba ganadores de la compulsa[viii]. Sin embargo, al tratarse de un sistema electoral en donde el voto es optativo, el elemento que entra a jugar como determinante es la capacidad de las estructuras partidarias de movilizar a sus votantes el día de la elección.

En ese marco, las especulaciones en torno al resultado final giraban alrededor de la participación electoral. En ese sentido, una abstención baja (menos de 30%) favorecía, en los papeles, las chances opositoras al agrandar la cantidad de votantes, mientras que una participación menor al 60% le daría más posibilidades de triunfo al oficialismo debido a la capacidad de movilización, tanto de calle como electoral, pero con un techo de voto dejaba de ser decisivo a partir del umbral del 70% de asistencia. La seguridad del oficialismo, entonces, se asentaba en que el chavismo debido a su aceitada maquinaria política aseguraría a la cita electoral algo más que 6 millones de votos que resultarían decisivos con una participación similar a la que se dio el domingo 28 de julio. Esta ecuación, sintetizada en: a mayor participación electoral más aumentaban las posibilidades opositoras, y viceversa a medida que la afluencia a las urnas disminuía, más posibilidades tenía el chavismo de retener el gobierno se convirtiese en el principal factor explicativo de la contienda.

La participación electoral, finalmente, se situó en 59%, un porcentaje más conveniente a los intereses del chavismo que de la oposición, por lo que a todas luces resulta verosímil los datos brindados por el CNE. Distinta hubiese sido el análisis si la oposición hubiese podido movilizar una mayor cantidad de votantes para superar un abstencionismo que perjudicaba sus posibilidades de victoria. En ese marco, la incapacidad política del antichavismo para convencer a los denominados “ni, ni”, que en Venezuela no suelen optar por ninguna de las dos fuerzas en pugna y se inclinan por la abstención o por terceras fuerzas, y una situación de migración estructural (que en su mayoría solía votar a la oposición) resultan ser elementos necesarios para explicar por qué la oposición no logró captar los votos necesarios para vencer al chavismo. Un punto adicional que complementa lo anterior y que imposibilitó un mayor caudal de participación fueron la escasa motivación que generó la candidatura de González Urrutia en el electorado “flotante” y no aferrado a razones ideológicas, y la omnipresencia de Machado en la campaña electoral, una referencia escasamente atractiva para chavistas desencantados.

En los días posteriores al anuncio del CNE que proclamó el triunfo de Maduro, las calles venezolanas fueron testigos de la violencia opositora y la represión estatal. Los cacerolazos y las movilizaciones pacíficas (pero cada vez con menos concurrencia) fueron opacadas por los destrozos de edificios públicos, de Centro de votación, de radios públicas y comunitarias alineadas con el chavismo, de Centros de Diagnóstico Integral (CDI), de estatuas de Hugo Chávez, de violencia ejercida sobre referentes oficialistas que ensuciaron las legítimas protestas de la oposición. Asimismo, la fuerza pública reprimió los focos violentos y encarceló un millar de personas que participaron directa e indirectamente de las “guarimbas”. A la represión estatal se le sumó en los días más calientes posteriores a la elección, los grupos armados alineados con el chavismo, que muchas veces ofician como fuerza de choque frente a la intimidación opositora.

Sin embargo, estos focos aislados violentos fueron rápidamente sofocados cediendo su lugar protagónico en los días posteriores, a las marchas pacíficas realizadas por la oposición el sábado pasado. El chavismo, por otro lado, movilizó sus bases durante toda la semana anterior hacia el Palacio de Miraflores, sede del gobierno, para cerrar el sábado con una multitudinaria movilización en todo el país que, sin embargo, fue ignorada por los medios internacionales que cubren los pormenores políticos del país.

La Organización de Estados Americanos (OEA) intentó condenar al gobierno de Maduro, pero la iniciativa colisionó con la negativa de Brasil, México y Colombia, entre otros, que no apoyaron ninguna moción en contra del proceso electoral venezolano. Sin embargo, Luis Almagro “comunicó que pedirá una orden de arresto para Nicolás Maduro a la Corte Penal Internacional y el jueves 1 de agosto, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, aseguró que el país norteamericano consideraba a González Urrutia como ganador de la elección y llamó al oficialismo y a la oposición a realizar una “transición pacífica” de poder”[ix]. Por último, el Centro Carter, organización que ha participado en muchas elecciones en el país, emitió un informe preliminar destacando que la votación se había desarrollado normalmente y destacando, como lo hizo en otras ocasiones, la robustez del sistema electoral venezolano. Sin embargo, un segundo informe de la organización criticó el proceso al no cumplir con “los estándares internacionales de integridad electoral” al no poder verificar los resultados debido a que el CNE no ha anunciado los resultados desglosados por mesa electoral, y decidió dejar el país a días de la votación. Según el gobierno chavista, esta suma de hechos explica que está en curso un golpe de estado cibernético y fascista apoyado por el gobierno de Estados Unidos[x].

A pesar de la presión internacional sobre el proceso electoral venezolano, conducida por el gobierno de EEUU y apoyado por un conjunto de países de la región y europeo, más de 45 países, entre los que se destacan China y Rusia, reconocieron el triunfo de Maduro. El pedido de apertura de actas, como principal exigencia para un supuesto reconocimiento internacional, se transformó en la principal demanda sobre el gobierno venezolano. El desconocimiento de cómo funciona el sistema electoral en Venezuela, en donde los únicos datos validos son los que emite de forma automatizada el CNE, escaso favor le hace a la comprensión de la jornada electoral del domingo 28 de julio. Tampoco el silencio del CNE colabora en el objetivo de dilucidar lo acontecido. Sin embargo, hasta el momento en que se escriben estas líneas el CNE no han emitido los datos en forma desglosada como es característica de las distintas elecciones que se dieron durante estos 25 años.

Para culminar este recorrido histórico político electoral, con epicentro en la votación del domingo 28 de julio en Venezuela, es necesario destacar los paralelos con la elección de 2019 en Bolivia que dio como resultado un golpe de estado con apoyo de EEUU y el silencio de buena parte de los países de la región. A diferencia de lo ocurrido en el país del altiplano, la intensidad y avance de la protesta opositora, que en Bolivia fue cada vez mayor en su alcance y de la que al final se sumaron las fuerzas armadas, no se repitió en el caso venezolano, ya que el impulso de los primeros días parece estar cediendo al compás del control de la calle por parte de la fuerza pública. Asimismo, y a diferencia de Bolivia, en Venezuela los militares y policías, este último un actor clave en el golpe boliviano, parecen cerrarse en el apoyo a la institucionalidad, por ende, al gobierno de Maduro.

A pesar de que continúa la incertidumbre en el país, el paso de las horas y la promesa de la entrega de los datos definitivos de la elección por parte del CNE a la justicia parece indicar que se está en una dirección en donde la canalización institucional del conflicto político, en línea con los principales países de la región, está suturando el campo de la violencia. Sin embargo, en Venezuela todo es posible. La historia política reciente así lo atestigua.

[i] Según el Observatorio de Liderazgo Político en América Latina “la masiva emigración de venezolanos, que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima en 7,7 millones, ha sido la regla en esta última década. En este sentido, el éxodo de profesionales calificados ha agregado otros tantos problemas a la agenda nacional, sobre todo, en sectores críticos como el de la salud”.

[ii] Un muy interesante trabajo de análisis sobre las presidencias de Maduro se encuentra en: Morinigo Duilio (2021): “Gobernar después de Chávez. La Venezuela de Nicolás Maduro (2013-2019)”, en Fraschini Mariano y García Santiago Liderazgos en el laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI; Prometeo, Buenos Aires.

[iii] Según el Observatorio de Liderazgo Político en América Latina “El tenue repunte de la actividad económica de los últimos meses no alcanza a compensar la marcada contracción de la actividad y caída del Producto Bruto Interno (PBI) que experimentó Venezuela durante el pasado decenio, teniendo en cuenta que solo entre 2013 y 2018, sufrió una reducción del PBI del 47,6%. A su vez, la fuerte caída de los valores internacionales del petróleo de años anteriores, en consonancia con la debacle de la empresa estatal petrolera PDVSA y las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, se han conjurado en este escenario económico al cual Maduro no pudo dar respuesta al no haber desarrollado ningún RP financiero sólido”.

[iv] Las fuentes de estos datos fueron recogidas de El Banco Central de Venezuela, del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico A.C., CEDICE Libertad, del Observatorio de Liderazgo Político en América Latina (OLPAL), del informe “Desempeño macroeconómico de Venezuela en el cuarto trimestre de 2023 y perspectivas para el 2024” del PNUD. Una síntesis de estos datos se encuentra en France24, en línea en: https://www.france24.com/es/programas/econom%C3%ADa/20240729-radiograf%C3%ADa-econ%C3%B3mica-de-venezuela-salida-de-la-debacle-y-desaf%C3%ADos-venideros

[v] Un excelente análisis de la vinculación entre los últimos cambios económicos en una dirección neoliberal y la estabilidad política, la ofrece Bruno Sgarzini en su página web https://brunosgarzini.substack.com/ la cual recomiendo para comprender en perspectiva histórica el proceso político chavista.

[vi] Según el especialista Nicolás Caciabue en un esclarecedor hilo de X “La tecnología empleada, proporcionada por Smartmatic, incluye la impresión del voto en papel con características de seguridad avanzadas y la autenticación biométrica, lo que fortalece la integridad del sufragio. Además, el sistema cuenta con una red de transmisión encriptada, aislada de Internet, que asegura la protección de los datos electorales contra posibles ciber amenazas. La combinación de estas medidas, junto con las múltiples instancias de verificación (que cuenta desde el voto físico hasta el acta de totalización) establece un mecanismo confiable y transparente. Al igual que en Argentina y muchos países, la autoridad electoral no está obligada a publicar copias de …. Lo que se debe publicar es el escrutinio automatizado, algo que aún no se hace por el hackeo masivo de su página. Tanto las Actas de Escrutinio, emitidas en papel por las máquinas de votación y que funcionan como un comprobante del escrutinio realizado automáticamente, como las otras “Actas de Verificación Ciudadana”, y de “Instalación y constitución de mesas”, quedan en resguardo del CNE. Todo es material probatorio que conforman el expediente administrativo que se entrega en caso de haber impugnaciones ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ)”. Red X @MatiasCac

[vii] La oposición no reconoció la victoria de Chávez en el referendo revocatorio de 2004, desconoció, al no presentarse, la legislativa de 2005 aduciendo un posible fraude, la reelección del líder bolivariano en 2006 a pesar de haber obtenido el 62% de los sufragios, la presidencial de 2013 en donde Maduro triunfó por la mínima, la constituyente de 2017 donde el chavismo movilizó más de 8 millones de votantes, la presidencial de 2018 en donde Maduro triunfó con el 67% de los votos, entre las más importantes.

[viii] De acuerdo a estas encuestadoras la ventaja opositora se extendía entre el 20% y 45%, Véase: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/elecciones-en-venezuela-que-anticipan-las-principales-encuestadoras-para-el-duelo-entre-maduro-y-nid26072024/

[ix] Paula Gimenez y Nicolás Caciabue “Crónica anunciada de unos resultados no reconocidos”, Portal Nodal 2 de agosto de 2024. En línea en: https://www.nodal.am/2024/08/venezuela-cronica-anunciada-de-unos-resultados-no-reconocidos-por-paula-gimenez-y-matias-caciabue/

[x] Portal Ultimas Noticias. En línea en https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/politica/maduro-alerto-que-enfrentamos-un-golpe-de-estado-ciber-fascista-criminal/

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