Horacio Verbitsky: Están verdes – El Cohete a la Luna
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- 11 de febrero de 2024
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A ningún gobierno le gusta perder una elección y todos aguzan el ingenio para modificar los resultados en la interpretación, de modo de trocar la derrota en victoria y revelar la lógica profunda que el análisis superficial no percibió. Lo hicieron casi todos los gobernantes del ciclo postdictatorial. La originalidad de los Hermanos Milei es pretender que las uvas estaban verdes y festejar su fracaso:
- Raúl Alfonsín, pese a todo lo que no supimos, no quisimos o no pudimos hacer, la consolidación democrática luego de medio siglo de inestabilidad y golpismo, vale más que un tercer movimiento histórico o una elección ganada.
- Carlos Menem, que en 1997 minimizó la derrota en la Capital Federal y puso en el otro platillo de la balanza la victoria menemista entre los 15.000 jujeños que votaron en el municipio de Perico.
- Fernando De la Rúa, quien le quitó toda relevancia a la hecatombe electoral de 2001, alegando que él no había sido candidato y continuaba invicto. No hubo próxima elección para él.
- CFK, quien en 2013 sumó los votos obtenidos por denominaciones diversas del mismo tronco peronista, para negarle gravedad a la derrota de Martín Insaurralde en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, ese resultado sepultó la fantasía de una nueva reforma constitucional que habilitara a la Presidenta un tercer mandato consecutivo, y encerró al oficialismo entre las opciones horrendas de Daniel Scioli y Floro Randazzo.
En cada caso, una elección legislativa prefiguró la presidencial posterior. La única excepción fue 2009, porque dos años después Cristina fue reelecta con el mayor porcentaje en una primera vuelta presidencial. Pero en el medio se registraron tres conmociones inesperadas:
- Un crecimiento de 10 puntos de la economía, luego del desplome del año previo, debido a la crisis bancaria global desencadenada por el quiebre de Lehman Brothers. Esta reversión se debió en buena medida a las políticas activas implementadas por la Presidenta.
- Los festejos populares por el Bicententario del primer gobierno autónomo del Río de la Plata, con millones de personas celebrando en las calles.
- La muerte del ex Presidente Néstor Kirchner y precandidato a volver a serlo, el 27 de octubre de 2010.
El 25 de mayo de ese año también reabrió sus puertas el Teatro Colón. En la cola para la función reinaugural, un periodista le preguntó a Carlos Reutemann si esa vez no consideraba la posibilidad de una candidatura presidencial. El automovilista señaló a las calles aledañas, de las que llegaba el rumor de la fiesta, y respondió:
—¿Usted no ve lo que está pasando en el país?
Texto y contexto
Este es el contexto en el que deben analizarse el porrazo que el gobierno de los Hermanos Milei recibió en la Cámara de Diputados y su reacción posterior. Esta vez no fue en las urnas sino en una votación legislativa, a menos de dos meses de haber asumido el Poder Ejecutivo. Las redes antisociales se inundaron con mensajes derogatorios contra gobernadores, diputados, senadores, líderes políticos, tildados de extorsionadores, coimeros, bestias, delincuentes, traidores, rapiñadores de bancas, enemigos de una mejor Argentina, a la que viven robándole. A los radicales los llamaron “putitas del peronismo”.
Esto hizo llorar a Rodrigo Pegame y llamame Marta de Loredo, insólito presidente de bloque del partido de Alem, Yrigoyen, Frondizi y Alfonsín quienes, si pudieran, se revolverían en sus tumbas. El yerno de Oscar Aguad solo quería ayudar. En forma más circunspecta, dijeron lo mismo los alfiles procaces Cristian Ritondo y Diego Santilli.
Más allá de esa respuesta visceral y de las peleas internas entre legisladores oficialistas que se arrojan culpas como puñales, con acusaciones de ignorancia, impericia, soberbia, hay una respuesta más elaborada, que corre por cuenta del Presidente y de su ministro de Economía, Luis Caputo. El encargado de la deuda externa dijo que la derrota legislativa estaba prevista y que por eso habían retirado del proyecto el paquete fiscal. Sin embargo, agregó, están logrando la meta del déficit cero. Pero se abstuvo de explicar cómo era posible esa hazaña: se trata de la voracidad de la inflación, que cada mes reduce los desembolsos del Estado en un 20 ó 25% en términos reales, dado el congelamiento del presupuesto de 2023, cuyos valores nominales se mantienen invariados. Esto fue evidente en el caso de las jubilaciones, los salarios estatales y otras prestaciones sociales. Además, el avance de la inflación favorece el propósito de dolarizar la economía, que Milei ratificó desde Roma.
A esto se suma la decisión de no transferir a las provincias más que la coparticipación, que gotea en forma automática, y suspender las transferencias no automáticas (mal llamadas discrecionales, ya que dependen de leyes vigentes). Este círculo vicioso sólo puede agravarse mes a mes, cosa que consta en las preocupadas advertencias del FMI, más acostumbrado a lidiar con gobiernos que se resisten a los recortes exigidos desde Washington que a quienes se jactan de ser más duros (con su pueblo) de aquello que reclama la tecnocracia de la calle 19. Esto sin contar con los efectos sociales, manifiestos en el reclamo de los 24 ministros de Educación por la falta de remisión de los fondos contemplados en las leyes del Fondo de Compensación Salarial Docente, Fondo Nacional de Incentivo Docente, Conectividad y Material Didáctico, Programas Educativos Nacionales y Fondo de Infraestructura. En cambio, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, creció un 140% el pago de intereses de la deuda pública.
Caputo también silenció el impacto que el derrumbe de la ley tendrá sobre la posibilidad de incrementar los ingresos, por medio de la venta de la totalidad o de partes de las empresas públicas, que el Congreso le negó. Esto acentúa el clásico argentino, que deja al gobierno a merced de los exportadores agropecuarios. Lo único que aún se discute es la magnitud de la nueva devaluación que exigirán para liquidar la enorme cosecha de este año a partir del mes próximo, y en qué proporción se trasladará a los precios, dada la caída vertical de las ventas de alimentos y artículos de limpieza. Sin necesidad de disimular el golpe, hicieron saber su disgusto la Asociación Empresarial (AEA), la cámara de empresas estadounidenses (AMCHAM) y hasta la Unión Industrial.
La lógica ministerial es despiadada, pero coherente. El Presidente, en cambio, apeló sin nombrarla a la fábula de la zorra y las uvas. Como reveló su asesor Santiago Caputo, los Hermanos Milei desde Israel ordenaron el reenvío del proyecto a comisiones, porque no estaban dispuestos a que lo destrozaran en el recinto. Pero quedó flotando como duda si conocían el artículo 155 del reglamento de la Cámara de Diputados. El ministro del Interior Guillermo Francos y el presidente del bloque libertario, Oscar Zago, se enteraron al aire, en entrevistas con la señal de noticias El Oficialismo+, de que así se caía la aprobación en general de la semana anterior y todo volvía al casillero uno.
Agotado el torrente de improperios, el Poder Ejecutivo difundió el análisis de una presunta consultora desconocida hasta entonces, en el que exalta la victoria del gobierno, al desenmascarar a quienes intentan poner palos en las ruedas de su marcha triunfal. Esto permitiría a los libertarios imponerse en las elecciones legislativas de 2025 y obtener las mayorías que les permitan aplicar todo su programa. Los mismos conceptos fueron reiterados por Milei, en una entrevista con una radio del Grupo Clarín: “La sociedad tiene claro quiénes son sus enemigos. El proceso electoral lo irá depurando y en 2025 podremos tener un Congreso mucho más comprometido con la libertad. Estos delincuentes son una máquina de impedir. Eso fue positivo, dejó en evidencia los que engañan y estafan a la gente. Como principio de revelación es fabuloso”. Además de su descalificación genérica, atendió específicamente a Rodríguez Larreta, Llaryora y Pullaro.
Esta alucinante referencia al larguísimo plazo de 2025 equivale a la confesión de que antes no habrá buenas noticias. Una de las primeras amenazas de los Hermanos Milei fue convocar a una consulta popular sobre la ley Ómnibus, regulada por los artículos 39 y 40 de la Constitución Nacional. Si la convoca el Presidente, ni el voto ni sus resultados son obligatorios. En 2001, la ley 25.432 estableció que luego del decreto o la ley de convocatoria deberán pasar por lo menos 60 días hasta que se celebre la elección. Esto llevaría la fecha posible a mayo, cuando los efectos de las medidas de ajuste ya hayan afectado al conjunto de la población.
Doble contra sencillo que no pasará de una reacción temperamental, sin consecuencias. El gobierno que enfrentó un paro activo de todas las centrales a sus 45 días y cuyo principal proyecto legislativo fue derrotado en el Congreso a menos de 60 de asumir, no puede correr el riesgo de una consulta popular, ilusionándose con el 56% del balotaje, pero con el fantasma del 29% de la primera vuelta. Más probable es que recurra al gobierno por decreto, si bien eso podría provocar una nueva colisión con el Congreso. Por lo pronto los patriotas del Senado insisten en reclamar una sesión especial para tratar el DNU inicial de los Hermanos Milei, que confían en voltear.
Una manifestación menor pero significativa del desconcierto oficial fue la resurrección de Gerardo Milman, a quien el fuero federal se resiste a investigar por su rol en la tentativa de asesinato de CFK. Luego de un año en la clandestinidad, el reclutador de chicas guapas presentó el proyecto de ley de consulta popular que supuso agradaría a los Hermanos Milei y/o a su representante en la tierra, Patio Bullrich. Por decir lo menos, no se lo agradecieron.
Tampoco cosechó aplausos la manicura y pedicura Rocío Belén Bonacci con su proyecto de anulación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Por el contrario, Lilia Lemoine, Oscar Zago, Beltrán Benedit, María Fernanda Araujo y Manuel Quintar desmintieron haber firmado el engendro. Hasta el vocero Manuel Adorni aclaró que la reversión del aborto no formaba parte de las prioridades de los Hermanos Milei. Bonacci es hija de un ex carapintada partidario de Alejandro Biondini, que registró un partido para ofrecerlo al mejor postor, y de una mujer cabo del Ejército. Así consiguieron la banca para su hija, luego de ser rechazados por Agustín Rossi. “No sabía que había que pedir autorización para presentar un proyecto”, respondió la chica ante una consulta en las redes antisociales. Tal vez fue una ironía de quien se declara “hija del operativo dignidad”.
Quién tuvo la culpa
Los medios afines al gobierno se ensañaron con Santiago Caputo, Zago, Martín Menem y Francos. También adelantaron el alejamiento del interventor de la ANSES, Osvaldo Giordano, cuya esposa Alejandra Torres aportó uno de los votos en contra del proyecto oficial, y de la secretaria de minería, Flavia Royón, despedidos por comunicado de la oficina presidencial.
La señal de noticias por cable más estrepitosa en su aversión a los libertarios, insiste en que el resultado no puede atribuirse al kirchnerismo. Curioso, dado que dos tercios de los votos que encallaron al ómnibus provinieron de los 98 diputados de Unión por la Patria, el único bloque que no se partió en pedazos. Sin ellos, ni gobernadores preocupados por el pago de sueldos, ni radicales ofendidos por tanto destrato, ni el Rejuntado de saldos y retazos con esencia de Vainilla, ni los procaces que aun no se recuperan de la interna, hubieran podido nada en el recinto. Que Cristina haya elegido el más bajo perfil no puede disimular que esa fue la roca contra la que se estrellaron los Hermanos Milei. Algunos informadores eufóricos le atribuyeron a CFK conceptos laudatorios al coraje de Milei, con lo cual espantaron a ciertas almas cándidas. La táctica seguida hasta ahora, de firmeza en el rechazo pero sin alharaca, de modo de que se expresen otras fuerzas, sociales, gremiales, empresariales y políticas, recuerda la que siguieron en Estados Unidos hace casi un siglo los legisladores republicanos para frustrar el intento de Franklin D. Roosevelt de copar la Corte Suprema de Justicia. El tribunal se oponía en forma sistemática al programa de reformas económicas keynesianas del Presidente demócrata para salir de la gran depresión. Roosevelt anunció que designaría un ministro adicional en la Corte por cada uno que cumpliera 70 años y no prefiriera retirarse. En inferioridad numérica de 8 a 2 en el Congreso, los republicanos eligieron callar, lo cual permitió que se expresara la oposición dentro del propio partido Demócrata y en la prensa. Días después, la Corte aprobó por 5 votos a 4 dos de las leyes laborales de Roosevelt, y al cabo de otro mes y medio renunció uno de los ministros que con mayor firmeza se habían opuesto al New Deal. Esto volcó en contra a los senadores más dubitativos, al sumar a las objeciones doctrinarias su falta de necesidad política y llevó a Roosevelt a retirar el proyecto.
Rockstar a los saltos
La falta de previsión del gobierno hizo que el rechazo legislativo sorprendiera a los Hermanos Milei en su viaje autocelebratorio, hacia dos de los sitios del planeta consagrados a la adoración religiosa: Jerusalén y El Vaticano. En un caso, por espontánea expresión de sus convicciones, avaladas por una torcida lectura del Antiguo Testamento y la Torá. En el segundo, por la conveniencia de neutralizar a un antagonista peligroso, al que había ofendido como sólo Mussolini pudo haberlo hecho, cuando a sus 20 años y aún dentro del Partido Socialista, desafió a Dios a un combate público. Se proclamó vencedor, luego de aguardar en vano ante una multitud el rayo que lo redujera a cenizas en caso de que existiera el creador del mundo. Menos original, el Presidente argentino llamó al Papa “sorete mal cagado” y “representante del Maligno en la tierra”. Con regocijo apostólico, Bergoglio prepara el tirón de orejas que le dará mañana al rockstar de la campera de cuero.
La pasión israelense de los Hermanos Milei deja aislada a la Argentina en el concierto mundial, a la derecha de las posiciones de Estados Unidos y de Gran Bretaña, de creciente preocupación por las masacres de población civil palestina, que esta semana llagaron a las 90.000 bajas, entre personas muertas y heridas, con un altísimo porcentaje de mujeres y chicos. Además, con el desplazamiento de 1,7 millones de personas que no tendrán adónde regresar cuando por fin se silencien las armas. Una investigación del diario israelí Haaretz muestra con imágenes satelitales y fotografías la escala inaudita de esa devastación.
Al mismo tiempo que los Hermanos Milei, aterrizó en Israel el ministro estadounidense de Relaciones Exteriores, Anthony Blinken, en su séptimo viaje allí desde la masacre de Hamás del 7 de octubre. Nadie puede dudar del compromiso de Estados Unidos con Israel, al que abastece de armas y recursos. Pero aun así, el gobierno del Presidente Joe Biden presiona al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu para que acuerde un cese al fuego, convenga el intercambio de prisioneros con Hamás y ratifique el compromiso con las resoluciones de las Naciones Unidas que siguen postulando la existencia de dos Estados, uno israelí y otro palestino, con capital compartida en la ciudad santa de Jerusalén. Por las dudas, vale la pena consignar que Blinken es judío.
Milei aún no, pero su festejo con un grupo de rabinos ortodoxos en el Muro de los Lamentos tiene el aire de una provocación, que vuelve a poner a la Argentina en el centro de un conflicto ajeno y letal.
Entre llorar y bailar, menos de 24 horas de diferencia. Milei cómplice del genocidio en Gaza. pic.twitter.com/jtqyWb1tmg
— Palestina Hoy (@HoyPalestina) February 8, 2024
Lamentablemente no estaba allí Micky Vainilla, para preguntar de qué se ríen y aconsejar que no sean pelotudos. La anunciada mudanza de la embajada argentina, de Tel Aviv a Jerusalén, no sólo contradice los acuerdos internacionales sancionados por las Naciones Unidas. Tampoco será posible sin el Congreso, ya que la ley 14.025, que en 1951 aprobó el establecimiento de relaciones diplomáticas y consulares con Israel, crea “la legación de la República Argentina en el Estado de Israel, con sede en Tel Aviv”. Sólo otra ley podría disponer la mudanza. La división de poderes funciona mejor de lo que los Hermanos Milei querrían. Y eso que todavía no tomó la palabra la mayoría peronista en la Corte Suprema de Justicia, cuyo presidente, Horacio Rosatti, tiene preparado el traje azul y los zapatos bien lustrados.
Milei puede mirarse en el espejo de Trump, cuya candidatura presidencial la Corte Suprema se inclina por permitir, pese a su involucramiento en la insurrección de enero de 2021. Pero también en el de Bolsonaro, el ex Presidente de Brasil investigado por el mismo delito de Trump, quien la semana pasada fue requisado junto con los más altos mandos militares que formaron parte de su gobierno.
La pesadilla
Entre quienes piensan que el gobierno no logrará sobreponerse a este fracaso inicial está el ex Presidente Maurizio Macrì, quien se propone recuperar la conducción del PRO y desde allí encabezar lo que llama un reseteo del gobierno. Algo similar sostuvo la ministra Bullrich, quien postula una nueva alianza entre libertarios y procaces, de la que excluye explícitamente a Horacio Rodríguez Larreta, a radicales y a lilitos.
Los Hermanos Milei ya rechazaron el primer intento macrista y se quedaron con los candidatos de PRO a Presidenta y Vice, sin acuerdos con el ex Presidente. Desde Roma, Milei admitió como natural que se avance hacia un acuerdo con el PRO. “Nos llevamos muy bien”. Aun si se concretara, el interbloque LLA-PRO no pasaría de 75 diputados, bien por detrás del centenar de patriotas. De hecho, la semana pasada votaron unidos e igual no pudieron impedir la derrota.
En su primilingua de 200 palabras, Bullrich decretó la muerte de JxC, fustigó a su ex camarada Horacio Rodríguez Larreta y a quienes votaron “junto con el kirchnerismo para jorobar al gobierno” y preguntó: “¿Quieren que haya un recambio de gobierno ya? Bueno, conmigo se van a encontrar. Yo no me rindo, ni un minuto me rindo”.
Una incógnita es cómo se aplica esa metáfora bélica a las relaciones de su ministerio con la Justicia y con las organizaciones supranacionales, que cuestionan los protocolos de intervención de las fuerzas de seguridad. El juez federal Sebastián Casanello le solicitó que la represión de la protesta social respete los límites impuestos por la Constitución Nacional y los estándares internacionales de protección de los derechos humanos. Para el juez, “la libre circulación convive con el ejercicio de otras libertades y derechos civiles y políticos, como la libre expresión, asociación y reunión, y el derecho de peticionar —y, particularmente, criticar— a las autoridades”, derechos que “tienen un valor especial dentro del sistema democrático y, al estar más cerca del nervio democrático de la Constitución, merecen especial protección”. El miércoles, convocó al Ministerio a una audiencia de hábeas corpus.
El jueves 8, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) manifestaron “su profunda preocupación” ante el “uso desproporcionado de la fuerza pública contra personas manifestantes y periodistas en Argentina”; e instaron al Estado a “respetar el derecho a la libertad de expresión, reunión pacífica y labor periodística y garantizar la seguridad”. Ya habían dicho lo propio varios relatores de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Con su habitual dificultad para controlar sus esfínteres verbales, Bullrich dijo que ante la oposición a algunos artículos de la ley del gobernador santafesino Maximiliano Pullaro, cuyos diputados “votaron contra el pueblo”, yo “mañana podría decir saco toda la Gendarmería de Rosario”. Como si al escuchar sus propias palabras hubiera advertido la enormidad que contenían, agregó: “Pero no voy a hacer eso”.
Tal vez no como represalia, pero de hecho la dotación de gendarmes en Rosario se redujo a su mínima expresión, porque el gobierno consideró que tenía prioridad la represión de la protesta en torno del Congreso, donde había más cascarudos que gente. Puede hacerlo porque la Argentina no tiene problemas graves de seguridad, como acaban de reconocer el Presidente salvadoreño, Nayib Bukele, y su ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro.