Las dudas sobre el fascismo

Las dudas sobre el fascismo

Editorial de Felicitas Bonavitta

Al inicio de su editorial, Bonavitta planteó que hasta la marcha del sábado le parecía increíble escuchar a tantos comunicadores, editorialistas y referentes de la política preocupados porque al presidente se lo juzgue como fascista por sus declaraciones y políticas. No hablo de oficialistas, de quienes ya sabemos lo que van a decir, sino de personas que no se identificarían dentro de ese espacio y que, incluso, podrían entenderse como opositores.

Este debate ya lo hemos mencionado aquí antes, diferenció la conductora: la prisa en juzgar como fascista, homofóbico o xenófobo a Javier Milei. Lo que me sorprende, sostuvo Bonavitta, es que en otros momentos no he visto esta misma preocupación por etiquetar figuras políticas. Con presidentes anteriores, no había una “curaduría de etiquetas” como sí parece haberla ahora. A Cristina Fernández de Kirchner, por ejemplo, se la señaló con calificativos de todo tipo sin esta reflexión previa sobre el uso de las palabras.

Muchos de estos comunicadores, por precaución, diferenció la conductora, se adelantan y afirman que son los militantes más emocionales los que se atreven a tildar a Milei de fascista. Sin embargo, no veo la misma vara para juzgar las políticas que se están aplicando. ¿Es miedo? ¿Es supervivencia dentro de un sistema de medios cada vez más blindado y con discurso único? ¿Es la crisis de los medios tradicionales ante las nuevas formas de comunicación?

Es alarmante que se escandalicen más por la utilización de la palabra “fascista” que por la violencia ejercida desde el Estado, planteó Bonavitta. Tras su discurso en Davos, algunos sugieren que Milei no escribió sus propias palabras, pero eso no lo exime de responsabilidad. Habló de la “ideología woke” como un “virus mental” y un “cáncer que hay que extirpar”. No lo insinúa, lo dice abiertamente.

También escuchamos sus dichos sobre los femicidios, las acusaciones hacia las diversidades sexuales y los inmigrantes. Afirmó que los inmigrantes “matan, violan y abusan a los ciudadanos europeos”. Todo esto parece quedar en segundo plano, diferenció la conductora. Se debate una partecita del discurso y no el conjunto de su violencia discursiva.

Durante y después de la marcha, Milei reposteó mensajes de sus seguidores afirmando que “tenía razón” y que incluso “se había quedado corto”. Luego intentó retroceder levemente, diciendo que “le apenaba que quienes marcharon fueran utilizados”. Sin embargo, la realidad es clara: no hay dudas sobre el avance del fascismo en Argentina y en el mundo, planteó Bonavitta.

La duda que queda es otra: ¿Somos tan estúpidos como para no entenderlo? ¿Somos faltos de memoria? La historia argentina y mundial nos enseña que luchar sirve, que salir a la calle sirve. La marcha del sábado fue un mensaje poderoso, un acto de resistencia que intenta ser desactivado constantemente. Ojalá no sea un hecho aislado, diferenció la conductora.

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