Apuntes sobre salud mental: ¿quién sabe qué es posible?
- ALERTA!Columnas
- 8 de diciembre de 2024
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Por Artemio López
Más allá de sus aspectos clínicos y psicológicos (que los tiene), observamos que la estrategia narrativa dominante para abordar los problemas de salud mental en general y los del estado de ánimo en particular, supone negar cualquier conexión entre padecimientos subjetivos y política, reducirlos a su especto clínico (que insistimos, lo tiene). Se niega o relativiza la conexión entre padecimientos subjetivos y política, enfatizando su especto clínico (que insistimos, lo tiene). Desconexión insostenible y absolutamente disfuncional a cualquier estrategia integral para el abordaje de esta problemática compleja.
Para el inicio del señalamiento de una problemática muy compleja referimos el estudio Materiales de investigación N°9, del Conicet, a cargo de Gabriela Irrazabal: Salud, bienestar, coronavirus y vacunas según región y adscripción religiosa. Primer Informe de la Encuesta Ciencia, Salud, Creencias y Sociedad en contexto de pandemia Covid-19 en Argentina.
La ficha técnica es: fecha de relevamiento: Agosto-octubre 2021. Cantidad de casos: 4537 usuarios/as de internet y teléfonos móviles residentes de Argentina. Tipo de muestra: River Sampling con captura de casos vía redes sociales de internet y mensajes de texto muestreo no probabilístico
Es el último dato nacional disponible y nada indica que el deterioro en la salud mental comunitaria haya detenido su ascenso.
Tal como se observa en el cuadro que acompaña esta columna y se desarrolla pormenorizadamente en el referido estudio acerca del estado de la salud mental durante la pandemia y la post pandemia. Los datos son muy preocupantes: Casi la mitad de los respondentes padeció trastornos de ansiedad en el último año y probablemente entre la mayoría de ellos, 37% depresión.
Quienes tuvieron ansiedad y depresión acudieron a profesionales de la salud mental en el orden del 42,4 por ciento y 34,9 por ciento Casi la mitad de las y los respondentes declaran haber recurrido como cuidados complementarios en salud a las comidas y plantas medicinales, las infusiones de hierbas y a rezos y oraciones.
Si consideramos que antes de la pandemia según un estudio que comentamos dirigido por el Dr. Juan Carlos Stagnaro publicado en la revista Argentina de Psiquiatría del año 2018, los trastornos de ansiedad fueron el grupo de mayor prevalencia (16,4 por ciento) hoy mucho más (47,2% por ciento) , seguidos por los trastornos del estado de ánimo (12,3 por ciento), hoy muy aumentado (36,8 por ciento), observamos que, con tan solo citar dos trastornos habituales, la situación de la salud mental en el país ha empeorado notablemente durante la pandemia.
Más allá de sus aspectos clínicos y psicológicos, observamos que la estrategia narrativa dominante para abordar los problemas de salud mental en general y los del estado de ánimo en particular supone negar (el caso que nos ocupa) cualquier conexión entre depresión y política y reducirla a su especto clínico (que insistimos, lo tiene). Desconexión insostenible. Veamos este punto un poco más de cerca.
La era de la Depresión -Depresión y realismo capitalista-
Mark Fisher, un filósofo y teórico cultural británico, abordó el tema de la depresión desde una perspectiva crítica y política, particularmente en su libro «Capitalist Realism: Is There No Alternative?» (2009). En su obra, Fisher analiza cómo las estructuras del capitalismo neoliberal influyen y perpetúan la depresión en la sociedad contemporánea.
Fisher argumenta que la depresión, como fenómeno moderno, no solo es un trastorno psicológico individual, sino que también es una manifestación de las condiciones sociales y económicas en las que vivimos. Según Fisher, el «realismo capitalista» —la idea de que el capitalismo es el único sistema posible y no hay alternativas viables— tiene un impacto directo en la salud mental de las personas. En este sentido, la depresión no es simplemente un malestar personal, sino una reacción al agotamiento existencial generado por un sistema económico que limita las posibilidades de cambio o mejora significativa en la vida de las personas.
Fisher también sostiene que el capitalismo neoliberal fomenta una cultura que prioriza el individualismo, la competitividad y la eficiencia, lo que lleva a una sensación generalizada de alienación. Esta alienación se ve intensificada por la percepción de que, aunque el individuo puede trabajar más duro, nunca podrá escapar de las condiciones que lo oprimen. La depresión, entonces, se convierte en una respuesta a una vida que se siente vacía de propósito, atrapada en un ciclo de consumo y rendimiento sin fin.
La «medicación» de la depresión
Un aspecto clave en el análisis de Fisher es cómo la depresión es tratada principalmente con medicamentos, en lugar de abordarse como un síntoma de un problema estructural más amplio. Para él, la medicación, aunque útil en algunos casos, a menudo sirve para «normalizar» un estado de sufrimiento que es, en realidad, un producto del sistema capitalista. En lugar de cuestionar el sistema que causa el sufrimiento, se opta por soluciones que intentan que el individuo se adapte a las condiciones existentes.
La depresión como reflejo de la falta de alternativas
Fisher también conecta la depresión con la falta de alternativas políticas y sociales. Vivimos en una era en la que las posibilidades de cambio significativo parecen limitadas, lo que genera desesperanza y un sentimiento de que no hay salida, tanto a nivel individual como colectivo. En este contexto, la depresión es vista como un reflejo de la incapacidad de imaginar una vida diferente y mejor fuera de las estructuras del capitalismo.
La visión de Mark Fisher sobre la depresión no la reduce a un trastorno meramente biológico o psicológico, sino que la interpreta como un síntoma de las contradicciones y fracasos del sistema capitalista. Para Fisher, la depresión es un eco de la opresión social y económica, y solo un cambio radical en la forma en que organizamos nuestras vidas y nuestras sociedades podría ofrecer una cura
La responsabilización en el neoliberalismo
Mark Fisher también abordó el tema de la responsabilización dentro de las dinámicas sociales y culturales, especialmente en relación con las consecuencias del neoliberalismo. En su obra «Capitalist Realism» y en otros escritos, reflexiona sobre cómo el capitalismo contemporáneo promueve una visión individualista y de autogestión que termina por cargar al individuo con la responsabilidad de su propio bienestar, éxito y felicidad, sin tener en cuenta las estructuras sociales y económicas que determinan en gran medida su situación.
Para Fisher, el neoliberalismo promueve la idea de que el éxito o el fracaso de las personas depende enteramente de sus esfuerzos personales. Este enfoque se basa en una visión meritocrática, en la que el individuo es responsable de su propia vida y debe trabajar arduamente para superar cualquier obstáculo. La narrativa neoliberal ignora o minimiza las desigualdades estructurales y los factores sociales que afectan a las personas, como la clase social, el acceso a recursos, la educación o las oportunidades económicas.
Responsabilización y salud mental
Fisher sostiene que, en este contexto, la responsabilización se convierte en un problema central cuando se trata de salud mental. Las personas que enfrentan dificultades psicológicas o emocionales, como la depresión, a menudo son percibidas como responsables de su sufrimiento, sin considerar los factores sistémicos que contribuyen a su malestar. En lugar de cuestionar las estructuras de poder y las condiciones sociales que producen estrés, ansiedad y alienación, la sociedad tiende a culpar al individuo por su incapacidad para «adaptarse» o «superar» estas dificultades.
Esto también tiene implicaciones para cómo se perciben los trastornos mentales: cuando una persona está deprimida o experimenta ansiedad, no se ve tanto como el resultado de una presión externa o de una situación social opresiva, sino como una señal de que el individuo no está manejando bien su vida o su entorno. Esto puede llevar a la estigmatización y al aislamiento, ya que se percibe la enfermedad mental como un fallo personal.
La falta de alternativas y la culpa individual
Mark Fisher también señala que la responsabilización refuerza la sensación de que no hay alternativas al sistema capitalista. Si las personas están constantemente bajo presión para mejorar su bienestar personal, enfrentándose a la ansiedad por su desempeño en todos los aspectos de la vida, se crea un ambiente en el que la lucha por la «auto-mejora» parece ser la única opción viable. Esto lleva a una mentalidad de culpa individual: si no se tiene éxito, es porque no se está haciendo lo suficiente o porque se carece de la disciplina o motivación necesaria.
En este sentido, la responsabilización en la sociedad neoliberal no solo se aplica al ámbito económico y profesional, sino también a las esferas más íntimas de la vida, como la salud, las relaciones y el bienestar emocional. Fisher destaca cómo este proceso de culpabilización individual puede crear un ciclo de desesperanza y alienación, donde las personas se sienten responsables de un sistema que les impide acceder a lo que realmente necesitan para llevar una vida satisfactoria.
La crítica a la «autoayuda»
Dentro de esta línea de pensamiento, Fisher también critica el auge de la industria de la autoayuda, que a menudo refuerza el mensaje neoliberal de que el individuo es el único responsable de su éxito o fracaso. Los libros y consejos de autoayuda promueven la idea de que, con suficiente determinación, disciplina y optimismo, cualquiera puede superar las dificultades de la vida. Sin embargo, Fisher sostiene que este enfoque individualista ignora la realidad de las estructuras sociales que limitan las oportunidades y crean desigualdades, lo que puede llevar a una forma de desesperación sin salida, ya que las soluciones propuestas a menudo no abordan las causas subyacentes del malestar.
En resumen, Mark Fisher analiza la responsabilización en el contexto del neoliberalismo como un mecanismo que no solo pone sobre los individuos la carga de su bienestar y éxito, sino que también refuerza las estructuras de poder y desigualdad que perpetúan el sufrimiento. Este enfoque, al negar las causas estructurales del malestar, impide una reflexión crítica sobre el sistema y favorece una cultura de culpabilización que lleva a la alienación, la ansiedad y la depresión. Según Fisher, una crítica radical al capitalismo debería incluir también el cuestionamiento de la idea de responsabilización individual, promoviendo una visión más colectiva y transformadora.
Finalmente
Imaginando el progresivo deterioro de la salud mental comunitaria y el impacto que sobre ella tuvo y tiene la pandemia aún no resuelta, con su secuencia de encierro, ansiedad, depresión, abuso de sustancias, fobias, el estado de la salud mental de los argentinos y las discapacidades permanentes o transitorias que ello supone, la salud mental resulta ya un tema inocultable y de primer orden a considerar en cualquier iniciativa de salud pública. La consideración debe incorporar los aspectos clínicos y psicológicos, pero no debe desconocer el nexo político de los problemas de salud mental para mostrar los límites del abordaje individual de estos padecimientos y la imposibilidad estructural de atenuarlos en este contexto de neoliberalismo extremo, no es posible.
Sin embargo, como plantea el Mismo Mark Fisher en el final de «Los fantasmas de mi vida», comenzar a resolver los padecimientos psíquicos también supone «inventar nuevas formas de involucramiento político, revivir instituciones que se han vuelto decadentes, convertir la desafección privatizada en ira politizada. Todo puede hacerse, y una vez que ocurra, ¿quién sabe qué es posible?