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Galaxia Milei: El artista frustrado

En un conversatorio en Siempre es hoy, entre Daniel Tognetti, Juan Luis González y Diego Sztulwark, se desmenuza la construcción mediática y estética de Javier Milei.

Javier Milei no es un presidente en sentido clásico. No emergió de un partido ni de un movimiento social, sino de un set de televisión. Su construcción se gestó en prime time, a los gritos, disfrazado, cantando ópera fiscal, contando anécdotas sexuales. No hubo doctrina: hubo rating.

En un conversatorio entre el periodista Daniel Tognetti, el politólogo Diego Sztulwark y el autor Juan Luis González —cuya biografía El Loco ya circula como texto imprescindible—, se abordó la figura del mandatario desde una perspectiva incómoda: la historia del espectáculo. Lo que emerge es una pregunta brutal: ¿la Argentina eligió a un actor?

La escena no es menor. En uno de sus delirios televisivos previos a la presidencia, Milei anunció que haría una obra de teatro titulada Juicio al capitalismo. Él sería el acusado. Sztulwark, el fiscal. El escenario: el Muro de Berlín. “¿Dónde queda el muro?”, le preguntaron. Respondió: “En Berlín”, sin pestañear. El show es el mensaje.

Su desembarco en la política no fue una irrupción antisistema, sino una alianza con él. En 2017, ingresa a Animales Sueltos de la mano de Ornella Requena, parte del Grupo América, que concentra el 17% de los medios nacionales. Lo presentan como outsider, pero siempre estuvo dentro de las pantallas que moldean agenda y opinión.

Desde ahí, cada paso fue un acto performático: la tapa de Noticias en 2018 simulando sexo con un maniquí; sus apariciones disfrazado de “Capitán Ancap”; los monólogos fiscales al ritmo de La Traviata; la motosierra agitada en campaña; el discurso mesiánico y el “Yo soy el león”.

GALAXIA MILEI CON JUAN GONZÁLEZ, DANIEL TOGNETTI Y DIEGO SZTULWARK: EL ARTISTA FRUSTRADO - AM 530

Milei no es un político disfrazado de showman. Es un showman con poder real. Como Hamlet, actúa su locura. Pero a diferencia del príncipe danés, no duda: impone. Su gobierno —definido por el ajuste salvaje, la crueldad estatal y el vaciamiento institucional— es la versión distorsionada de un meme que se convirtió en plan de gobierno.

“La política se volvió espectáculo”, se dijo en el encuentro. Pero en el caso Milei, el espectáculo fagocitó a la política. La representación se volvió literal: se cuelga un cuadro monumental con su imagen en la Casa Rosada. Se autopercibe héroe, cruzado, elegido.

¿Y los medios? Cómplices. Lo legitimaron, lo promovieron, lo cuidaron. Como también lo hizo parte del peronismo, que apostó a inflarlo para debilitar a Juntos por el Cambio. Una jugada que, como advirtió Cristina Fernández, terminó convocando a una “derecha esotérica”. La referencia al brujo López Rega ya no suena descabellada: Milei habla con sus perros muertos, canaliza entidades y cree en una misión divina.

El peronismo, entre la complicidad y la parálisis, quedó atrapado en su laberinto. Incapaz de renovar discurso, volvió a girar alrededor de la candidatura de CFK como si la historia no se estuviera escribiendo en otro idioma.

Mientras tanto, el país se hunde en una crisis terminal: hospitales sin insumos, salarios pulverizados, ciencia desfinanciada, universidades amenazadas. Y en el centro del escenario, él: el economista que cantaba, el libertario de trajes barrocos, el performer que prometía libertad y entregó ajuste.

En la galaxia Milei, la política no se discute: se actúa. Pero el teatro, cuando se agota el guion, revela el vacío. Y ese vacío hoy se llama gobierno.

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